El hombre bien equilibrado resiste los reveses de la cotidianidad y le resta tres cuartas partes del poder disolvente que tienen sobre nuestro sistema nervioso. En consecuencia, la calma procede de un estado de ánimo que se caracteriza por una resolución del individuo a no dejarse afectar por obstáculos e incidentes desagradables.
Cuando ocurra uno de estos últimos, lo mejor que podemos hacer es prohibir toda manifestación exterior referente a la primera impresión que haya sentido en una situación concreta.
El control de la ansiedad, la angustia y la fatiga pueden controlarse de diversas formas. La fuerza nerviosa en ellas contenidas puede ser apaciguada por ejercicios de respiración.
Practicando una buena respiración con un uso práctico y diario evitaremos recurrir a fármacos y medicamentos que pueden causar efectos secundarios en su psiquis con el tiempo.
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